sábado, 13 de marzo de 2010

Ha fallecido Miguel Delibes, maestro de maestros, alma del castellano, insustituible biblioteca




Tras unos días en los que su estado de salud se había agravado sustancialmente, la familia de Miguel Delibes ha anunciado su muerte a los 89 años de edad. Con él se nos va la última de las grandes figuras del siglo XX, un autor que, mientras esquivaba la censura, enriqueció la lengua castellana combinando como nadie el español estándar y el castellano de provincias.

Miguel Delibes (que vio la luz en Valladolid, en 1920) es, no cabe duda, uno de los grandes novelistas de nuestra historia. Con tan sólo 27 años recibió el Premio Nadal, por La sombra del ciprés es alargada (1947), su primera novela. Tres años después escribió la obra que todo adolescente está obligado a leer (y todo adulto a releer): la maravillosa y sin par El Camino (1950). En el 55 se hace merecedor del Premio Nacional de Narrativa, por Diario de un cazador, galardón que volvió a recibir en 1999 por El Hereje.

En 1982 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y en 1984 el Premio de las Letras de Castilla y León; es Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de la República Francesa (1985). En 1991 fue laureado con el Premio Nacional de las Letras Españolas y dos años después recibió por fin el Premio Cervantes. Sólo le faltó el Nobel, premio que sin duda merecía pero que le fue esquivo.

La aportación de Miguel Delibes va más allá de la literaria. Fue el impulsor del renacimiento literario español después de una época bastante gris tras la Guerra Civil; su obra ha perfeccionado y dignificado la lengua castellana, respetando tanto el habla urbana como la rural, dejando que sus personajes hablaran como lo harían si existieran de verdad, no como un sujeto de ficción.

Amado por tantos, respetado por todos. Poco puedo decir de Don Miguel sin caer en topicazos que no se merece. Así que os doy paso a vosotros, lectores, para que completéis esta despedida. Yo voy a desempolvar mi edición de ‘El Camino’ y me pondré a leer la historia del Mochuelo; no se me ocurre mejor homenaje.

Por Miguel Ortiz en Papel en blanco


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